lunes, 19 de septiembre de 2011

T I T A N I C

Posteriormente, el trasatlántico fue remolcado hacia el mar abierto y la tranquilidad volvió a la tripulación a su capitán. La cubierta temblaba casi imperceptiblemente ante el empuje de sus imponente turbinas: era el barco más grande, el mejor y el más seguro que se hubiera construido. El barco proseguía su marcha a toda velocidad y sus luces titilaban sobre el agua oscura y tranquila. De pronto, justo antes de la medianoche, un vigía gritó: "¡Iceberg al frente!". Sobre la cubierta, y no obstante el intenso frío, algunos pasajeros entusiasmados sostenían una "batalla" con bolas de nieve. Todos se comportaban de manera calmada, casi indiferente. Hasta ese momento no había aparecido el pánico que reina en otros barcos en circunstancias parecidas ante el peligro de perder la vida ahogados. Pasajeros preocupados echaron una última mirada y prolongada vista hacia los rostros de sus seres amados antes de que se volvieran indistinguibles en la oscuridad. Los de los botes miraban hacia atrás al imponente barco que se hundía, que todavía brillaba con la luz resplandeciente de claraboyas y salones, ahora estaba bajo por las amuras y hundiéndose despacio pero perceptiblemente. De las 2,206 personas a bordo, 1,403 murieron o desaparecieron.

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