miércoles, 10 de octubre de 2012

Antes te molestaba todo.
Qué le de la mano a otro, qué me abrazen, qué caminen conmigo, qué todos tengan un poco de atención para mí y yo te la robará por completo.

Luego hubo un tiempo en el cuál morías por estar a mi lado, caminar conmigo, acompañarme a dónde vaya, dormir a mi lado, y establecer una simple charla que al menos durará dos minutos, forma justa para sacarte una sonrisa.
Y ahora me preguntó yo, ¿dónde quedaron las charlas a la madrugada, tarde y noche? Las cuales si el sueño nos vencía seguíamos de todas formas, en las cuales yo caía rendida a tus brazos o piernas cerrando los ojos deseando que ese momento jamás terminé y al abrazarme, terminar de saber que a mi lado estabas, disfrutando el calor del uno hacia el otro. Pensar que desde el momento en el cual te ví, siempre tuve el presentimiento de que íbas a ser alguien especial para mí y que me íbas a terminar de formar, haciéndome comprender situaciones que tal vez o jamás logré entender. 
Éste es el final, el cuál define quién en verdad soy, lograste terminar de formarme, y no sé qué pensar, si me agrada o no está locura sin fin, en la que nadie sabé, como en verdad, terminará.

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